(2.000). Dirigida por Agnès Varda, con guión de Agnès Varda. Con la colaboración de François Wertheimer (él mismo), Agnès Varda (ella misma) y Bodan Litnanski (él mismo).

1º) Porque está inspirado en el cuadro “La espigadora”, de Jean François Millet, que podemos ver en el Museo D’Orsay en Paris.

2º) Porque espigar (recoger las espigas, o los frutos que se han dejado de lado al cosechar) es un derecho reconocido en muchos países.

3º) Porque, con la perspectiva que nos da la pandemia de la COVID19 nos hace recordar que la industria alimentaria desperdicia los alimentos con formas extrañas, al no ser fácilmente almacenables, aunque sean totalmente comestibles y sanos, y eso hace ese modelo económico anticuado.

4º) Porque defiende un mundo tradicional, estético y sostenible.

5º) Porque demuestra que la sostenibilidad no está reñida con la poesía visual.

6º) Porque, como dice la propia autora, habla de la belleza que hay en las cosas despreciadas y abandonadas.

7º) Porque es una maravilla ver a una representante de la “nouvelle vague” haciendo un documental sobre temas realmente importantes: los límites de la propiedad privada, el consumo, la ecología y la sostenibilidad.

8º) Porque cuando oigo la palabra espigadora, siempre recuerdo el coro de la espigadora de “La rosa del azafrán”, que suena al comienzo de la película  “Volver”, de Pedro Almodóvar. Una escena realmente magistral.

9º) Porque dice la autora que la idea se le ocurrió viendo todo lo que no se aprovecha en un mercado de abastos donde suele hacer la compra.

10º) Porque Agnès Varda está de actualidad porque nos habla de la economía circular, del desperdicio alimentario a evitar, de la forma de evitar el cambio climático, y de cosas en las que la pandemia de la COVID 19 no ha hecho reflexionar.